29 junio 2006

Me Esquiva

La ví de lejos,
la saludé,


no era ella,
me equivoqué.


Dije “lo siento,
¿Cómo está usted?”


“No le conozco,
¿es que no lo ve?”


Cabeza abajo
Yo me marché
Pensando en ella
No la olvidé.


Todos los días,
Como aquella vez
Paso a su lado,
¿Por qué no me ve?


Sonríe, haz cualquier gesto,
O dime acaso si te molesto.


No me hagas creer que soy invisible,
No hagas de mí un trasto inservible.


Hazme un poco de caso
O mándame ya a la mierda,
Haz de una vez por todas
Que todo lo gane o pierda.


No dejes que la esperanza
Se adueñe de mi cabeza,
Si sabes ya la respuesta
Descúbremela con certeza.


Ella no quiso conmigo quedarse,

Era la suerte y decidió marcharse.

25 junio 2006

PECADOS CAPITALES V

Envidia

A Juan siempre se le antojaba todo lo que veía que conseguían los demás, era imposible contenerse.

Él no se daba cuenta, pero los demás notaban con gran preocupación que Juan estaba enfermo, enfermo de envidia, una envidia que le corroía por dentro cuando alguien poseía algo que él no tenía.

Juan sería un tiñoso terminal si el dicho fuese cierto (si la envidia fuera tiña, cuantos tiñosos habría).

La envidia es una adicción como otra cualquiera, y como toda adicción que se quiera erradicar lo primero que hay que hacer es reconocer que se tiene. Una vez reconocido el problema deberíamos ponernos en manos de profesionales.
Pero este no era el caso de Juan. Juan nunca reconocería que tenía un problema, el problema siempre lo tenían los demás.

El caso de Juan no era un caso aislado, todo lo contrario, era uno más de esa pandemia que asolaba el mundo. Casi nadie se libraba de padecer envidia, en menor o mayor grado todos la padecían.

Juan no inventaba su vida, sino que tomaba fragmentos de las vidas de los demás y se las quedaba para sí.
No se le resistía nada. Lo malo de esta adicción es que lo que acaparas por que se lo ves a otro en realidad no te hace tanta falta, y al poco tiempo te cansas de ello.

Una pregunta muy frecuente es ¿Hasta que punto es peligrosa la envidia? Pues según a lo que estés dispuesto a hacer con tal de conseguir lo que anhelas del vecino.

Unos solo son envidiosos materiales, (esta es la envidia menos peligrosa) que no paran hasta conseguir lo que los de su alrededor poseen.

Otros (y estos son los más peligrosos) son envidiosos de actos e intentan imitar a los demás en la forma de vestir, de hablar y de actuar. Esta clase de envidia puede causarnos la muerte si la persona a la que emulamos se le ocurre hacer cualquier barbaridad.

Por eso Juan, mientras caía a toda velocidad cubriendo la distancia que había entre el 10º piso de donde partía hasta el suelo, sonreía pensando que ya no tenía nada que envidiar a nadie, que tenía todo lo que anhelaba aunque fuera por poco tiempo.

21 junio 2006

El Banco

Pasaba todos los días por allí y siempre le veía sentado en el mismo banco. Daba igual la hora que fuese, él estaba allí. Cada día, la curiosidad que yo sentía era mayor y todos los días me prometía a mi mismo que al día siguiente le preguntaría cual era la razón de estar siempre en ese banco.

Amaneció soleado, un día precioso. Me vestí, me aseé, desayuné y salí a dar un paseo.
Casi siempre hago el mismo recorrido y hoy no iba a ser menos. Ayer me había prometido hablar con el hombre del banco y así lo haría.

Allí estaba, sentado, sin hacer nada más. Cogí aire, conté hasta 5 y me fui hasta el banco y me senté al lado del hombre.

Se giró hacia mi y se me quedó mirando. Nos quedamos así un par de segundos hasta que él dijo antes de que yo pudiera abrir la boca, “por fin”, se acercó más y me abrazó.
Yo no sabía como reaccionar y me dejaba llevar.

Sabía que llegaría este momento”, dijo, “como se lo agradezco”, y diciendo esto se levantó. Me proponía yo a hacer lo mismo cuando puso una mano sobre mi hombro y exclamó, “no, no lo hagas”, yo desistí de la idea, “deja que te cuente”, se puso a cuclillas frente a mi apoyándose en mis rodillas. “¿Sabe cuanto tiempo llevaba sentado en este banco?”, me disponía a responder, pero otra vez se me adelantó, “10 años”, me dijo mirándome fijamente, “10 larguísimos años sin que nadie se sentase a mi lado y me diera el relevo”.

Entonces caí en la cuenta que pretendía irse y que yo me quedase sentado en su puesto. “Lo siento, pero yo tengo que irme…”, dije haciendo el amago de levantarme. “Ni se te ocurra”, me dijo serio sujetándome, “déjame que te cuente”.

Hace 10 años yo paseaba por este parque, como tú, casi todos los días, hasta que una mañana en la que me encontraba un poco cansado me senté en este banco”, dijo señalando, “había un hombre que me dio las gracias y me explicó por que no podría levantarme hasta que viniera otro hombre, que ha sido usted, y se sentara a mi lado”.

Yo seguía mirándole extrañado, “pero claro, la cosa no era tan fácil, tenía unas normas, no podía ni hablar ni hacer señas a nadie que me pudiera facilitar el objetivo. El que se sentase tendría que hacerlo por que saliera de él”.

Yo le miraba sin dar crédito a lo que estaba oyendo. “Te preguntarás ¿y que pasa si me levanto y me voy?”, asentí con la cabeza, “te aconsejo que ni se te pase por la cabeza”, me dijo, “es más, te lo diré con las mismas palabras que me dijeron a mi, sería tal la magnitud de las consecuencias, que no te lo voy a contar. Tu eres libre de levantarte e irte, pero te puedo asegurar que estarías arrepintiéndote el resto de tus días si tomaras esa decisión”.

Yo ya estaba muy asustado, no me gustaba nada esta situación. “Sólo te pido que te lo pienses bien antes de tomar ninguna decisión”. Ya se disponía a irse cuando se volvió y dijo, “si fuese yo el que estuviese en tu lugar volvería a esperar otros 10 años antes que levantarme”, y se fue sin volver su mirada más veces.

No han pasado 10 años, pero si 3 meses, y aún estoy en el banco dudando entre levantarme o seguir esperando. No soy de ese tipo de gente que crea en supersticiones, religiones o fantasmas, pero esa pequeñísima posibilidad no deja levantarme.

Parece que se acerca alguien, a ver si hay suerte…

17 junio 2006

La Historia de Juan

Juan era el protagonista de una historia que acababa mal.

Él, que se creía merecedor de otro final mejor se fue sin ni siquiera decir adiós.

Ha aparecido aquí, preguntándome si necesitaba un protagonista de historias con experiencia. Yo le he dicho que de momento no tenía ninguna historia, pero que si quería podía esperar a que se me ocurriera una.

Soy consciente que algún escritor cabreado le anda buscando y se que por algún blog hay una historia sin final.

La verdad es que no se que hacer con Juan, me da no se qué tenerle sin historia, pero por mucho que pienso no se me ocurre nada.

Que difícil es hacer una historia teniéndola que basar en un protagonista específico.

Pasan los días y Juan cada día está más triste.

Yo sigo pensando y pensando, pero la inspiración no aparece.

Un día, cansado ya de esperar en vano Juan se dirigió a mí. “Oye, no puedo estar aquí sin historia ni un minuto más. La culpa es mía por no darme cuenta que eras un escritor mediocre incapaz de inventarte un cuento que se amoldase a mis características. Estoy tan deprimido de tanto esperar que voy a aceptar ese mal final de donde huí”.

Sin más, Juan se esfumó como vino. Lo único que se es que volvió a la historia de donde escapó pero no le aceptaron, y a mi por fin se me ocurrió una historia, que es la que acabas de leer.
(ilustración de: star estrella)

14 junio 2006

Críticas Literarias

Antes, cuando escribía una historia y las críticas no me eran favorables (cosa que ocurría bastante a menudo) siempre quedaba echarle la culpa al bolígrafo o la pluma y a su instinto de independencia.

Ahora todo es muy distinto, nadie se imagina un disco duro obrando con independencia, ni a la impresora improvisando frases con significado propio.

Aunque claro siempre puede aparecer un virus poco literario…

12 junio 2006

Así se las ponían a Fernando VII

Esta expresión se usa cuando a alguien le encomiendan una labor o misión de muy fácil ejecución.

¿A que se debe esta expresión? La culpa la tiene Fernando VII como queda reflejado ya en la propia frase.

Este Borbón que tenía fama de conspirador, dictador y muy dado a cometer fechorías, tenía un hobby que era el billar, pero era bastante torpe (esta cualidad creo que viene de serie en los genes de los Borbones) y no era capaz de hacer ni una carambola, así que los cortesanos que jugaban con él erraban los golpes adrede y le dejaban bolas de tal modo que le fuese más sencillo al rey, pero ni por esas….

09 junio 2006

No Quiero

No quiero que haya banderas, pues con las banderas se tapan lo muertos producidos por otras banderas.
No quiero patrias, por que entre ellas nacen fronteras.
No quiero dioses con los que excusar guerras.
No quiero religiones con las que justificar barbaridades injustificables.
No quiero que haya nadie sobre nadie, sino todos con todos.
No quiero que haya nadie que me siga ni nadie a quien seguir.


Cambio esperanza por realidad.
Cambio seguridad por libertad.
Cambio lo que me sobra por lo que te falta.
Cambio palabras por frases.
Cambio vida por felicidad.
Cambio comodidad por justicia.
Cambio inicio triste por final feliz.

07 junio 2006

Sinfonías

El ruido que produce la gotera que vive en el techo de mi habitación es cruel con el cubo que soporta sus caídas a intervalos constantes.

Intento llevar el ritmo de sus goteos en lugar de contar ovejas, pero me confundo con el “TAC” del reloj que reposa en la mesilla de noche.

El silencio no existe, o por lo menos yo no lo conozco.

Si me concentro más en el “CLOK” de la gotera y en el “TAC” del reloj aparece el “POM” del corazón convirtiendo mi habitación en un “CLOKTACPOM” sincopado, que se irá mezclando con el sonido de mi respiración y los primeros ronquidos que yo ya no llegaré a oir.

05 junio 2006

El Interrogatorio

El profesor me mandó salir a la pizarra y yo salí. Una vez allí me dijo, “Menganito tenía 2 manzanas y coge otras 2 a su amigo Miguelín y otras 3 a su amigo Juanito ¿Cuál sería el resultado final?”.
Tras unos segundos de vacilación yo le respondí que si Menganito no se andaba con cuidado acabaría en la cárcel.
Los compañeros rieron, no entiendo el por qué. Mi profesor me miró enfadado, “te crees muy listillo ¿eh?”. “A mi no me diga nada”, respondí, “¿Qué culpa tengo yo que Menganito vaya por ahí robando manzanas?”.
Mis compañeros volvieron a reir comprometiéndome aún más. El profesor estalló y me echó de clase.

Mientras caminaba hacia la jefatura de estudios iba pensando en lo sucedido, “vaya interrogatorio. En menudo lío me ha metido el Menganito ese. No se por qué se ha enfadado tanto el profesor, ¿a ver si van a ser familiares?, pues si son familiares he metido la pata hasta el fondo. A ver que le digo yo ahora al jefe de estudios que seguro está al corriente de todo. Como no cambie la declaración ya me puedo dar por suspendido.”

Llegué a la sala y allí me esperaba sentado el jefe de estudios, “siéntese”, me indicó la silla que había frente a él. Yo sudaba y me temblaba todo. No me quedaba otra alternativa. “A ver, ¿me puede decir que es lo que ha ocurrido?”. Se me quedó mirando con semblante serio y yo me derrumbé y comencé a llorar, “lo confieso, fui yo, fui yo quien robó todas esas manzanas, pero por favor no me expulse del colegio, mis padres me matarían”. “¿Pero de que está hablando usted?”, respondió sorprendido el jefe de estudios. “De lo del robo de todas esas manzanas. Menganito es inocente. Yo las robé”, dije entre lagrimas y moqueos.


A la semana siguiente el psicólogo del colegio y yo tuvimos una larga conversación.

03 junio 2006

Decepción

Esto es el fruto de los esfuerzos sobrehumanos de un cerebro conseguido en un todo a cien.

No pidáis peras al olmo, ni siquiera os fiéis que el peral las vaya a dar.

Aquí hay lo que hay, sin florituras de ningún tipo. ¿Para que nos vamos a engañar?

No hay peor cosa que la decepción producida por alguien del que se espera mucho y luego no llega a las expectativas.

(foto de carne de psiquiatra)

Que más quisiera yo, que todas esas obras maestras hubieran sido fruto de este humilde cerebro de gama media.

Bueno, voy a dejar de pensar por hoy que se me recalienta y luego le tengo que llevar al taller.

01 junio 2006

Pecados capitales (VI)

PEREZA

Lo había ido dejando y había llegado el último día del plazo de presentación del artículo sobre la pereza.

Mi intención era que hoy me levantaba pronto y me ponía a escribirlo, sin prisas, pero entre la absorción del colchón y la sujeción de las sábanas habían dado las 12 y todavía no me había levantado.

Desayuné, me aseé y me senté con un papel y un bolígrafo. Tardé en concentrarme, pues a esas horas hacía un calor insoportable ya.

Me centré en unos objetivos, que eran buscar palabras que me sonasen a pereza como calor, después, luego, sopor, recostar, verano, posponer, vaguear, sudar…vale, tengo muchas palabras que invocan a la pereza, pero ahora hay que unirlas y escribir algo con sentido.

El ventilador movía sus hélices a intervalos constantes. Cogí un folio y me abanique con él. Afuera se oía a los niños jugar y la gente pasear aprovechando el sol y el buen tiempo.

Una extraña sensación de aturdimiento invadía mi cuerpo, sensación soporífera que no me dejaba pensar con claridad.

Fui a la cocina y saqué una cerveza fría del frigorífico. La abrí y la mezclé con limón, ummh…que alivio recorre la garganta.

Me senté otra vez delante del papel pero el bochorno existente me aplanaba y disipaba mi intención de hacer algo.

Me pasé la mano por la frente, miré el reloj y ví que marcaban las dos y cuarto.
Decidí comer a ver si después se me ocurría algo.

Gran error. Comí y el sopor se multiplicó por tres. Me bebí todos los cafés posibles sin poner en peligro la salud, pero nada, el sueño no tenía pensado desistir y no quedaba más remedio que recurrir a una siesta (otra palabra relacionada con pereza).

La siesta duró más de lo esperado, además me levanté sudando y aturdido.

Me di una ducha que mejoró levemente mi estado, pero duró poco la sensación de frescor.

Me senté de nuevo delante del papel pero no encontraba fuerzas suficientes para escribir el artículo que explicase la definición de pereza, así que sintiéndolo mucho os quedáis sin artículo. A ver si otro día…