EL OTRO GATO CON BOTAS
Evaristo era un gato muy normal hasta el día en que sus dueños le compraron unas botas.
Evaristo era un gato del montón, ni de los más hábiles ni de los más patosos. Si tenía que trepar por un árbol pues trepaba, si se tenía que colar por un agujero pues se colaba, si tenía que saltar de un sitio a otro pues saltaba.
Nunca protestó ni se quejó de sus habilidades. Se sentía un gato feliz dentro de lo que para un gato casero significa esa palabra.
Evaristo fue consciente en el momento que sus dueños le ponían las botas que su vida estaba a punto de cambiar.
Al principio creía que esa extrañeza que notaba con las botas puestas era debida a la falta de costumbre, pero fueron pasando los días y la cosa no mejoraba.
Evaristo se convirtió en un felino inútil e indefenso al tener cubiertas sus afiladas garras. Ya no saltaba como antes pues patinaba y no controlaba la frenada. Ya no escalaba por verse privado de sus garfios resistentes y tampoco se podía defender pues sin sus uñas no daba miedo a nadie.
Evaristo se convirtió en un gato triste pero con botas, en el hazmerreir del barrio, en el objetivo de las burlas más crueles a las que puede ser sometido un gato que calza semejantes botas.
Evaristo no se atrevió a protestar y cargó de por vida con el sobre nombre de el gato con botas. Su historia es muy conocida en el mundo felino y con ella asustan a los cachorros que les da pereza separarse de el cobijo materno.
FOTO: Nachinho