27 diciembre 2007

LA HABITACIÓN DE LOS PELUCHES

Este relato se lo dedico a Macgregor de "la palabra de Burgos" por la labor que está haciendo con los blogs burgaleses y por atreverse a confesar que lee a "Cafkafonía 2"


Noelia me llevaba en sus brazos a su habitación. Allí me esperaban impacientes todos aquellos muñecos de peluche que habían ido llenando cama, estanterías y paredes. Ningún rincón quedaba sin su muñeco de peluche.

Noelia entró en la habitación, apartó sin interés una rana y un cocodrilo de peluche que cayeron al suelo y en su lugar me colocó a mi.

Me abrazó, me habló y me llenó de besos. Era consciente que todas aquellas muestras de cariño no me favorecían en absoluto. Teniendo en cuenta que era el último en llegar todos esos favoritismos no me venían nada bien para mi relación con los demás peluches. Todos aquellos gestos serían tomados como pura provocación y acabaría pagándolo.

Aquellos largos cinco minutos en los que Noelia solo me atendió a mi significaron mi sentencia inmediata.

Cuando noté que Noelia me dejaba encima de aquella cama y se disponía a salir sin mi se me helaron las entrañas y se me aflojaron las costuras.

Tras el golpe de la puerta al cerrarse todos aquellos ojos de plástico dirigieron sus miradas sobre mi.

-Te parecerá bonito…- me dijo un gran oso panda desde lo alto del armario –saltarse todas las reglas-.

Yo ni siquiera era capaz de moverme.

-Acabemos con él- gritó un mono de peluche que colgaba de la lámpara agarrado de la cola –Démosle su merecido-.

El cocodrilo que Noelia empujó al suelo saltó sobre mi y noté como me arrancaba uno de los dos ojos de plástico de mi cara. Fue rápido, cuando quise darme cuenta el ojo ya estaba en el suelo.

En el momento en que los demás peluches se disponían a echarse sobre mi el picaporte de la puerta se movió y todos los muñecos volvieron a su posición inicial.

Noelia al ver que me faltaba uno de los ojos se acercó a mi y me cogió abrazándome.

-Pobre Pedrito- dijo dándome los mimos necesarios para sentenciarme del todo –que se le ha caído un ojito…tranquilo que yo te curaré.

Me volvió a dejar en la cama y salió corriendo de la habitación en busca de pegamento para arreglarme el ojo.

Nada más cerrarse aquella puerta todos los peluches saltaron sobre mi dándome mi merecido y haciendo necesario algo más que un poco de pegamento para reconstruir todas las partes de mi cuerpo que se encontraban esparcidas por toda la habitación.

Y es que hay amores que matan… sobre todo en el mundo de los peluches.


FOTO: klohFR


20 diciembre 2007

LA SUERTE ESTÁ ECHADA


Me levanté cansado. Había dormido bastante mal. Lo poco que cené me debió sentar mal.

Desayuné y metí la ropa del día anterior a lavar. Antes de introducir el pantalón en la lavadora saqué todo lo que tenía en los bolsillos.

Allí estaban todas las papeletas del sorteo de la lotería que se había celebrado el día anterior. Como siempre la suerte nos había ignorado y el número ganador no se parecía en nada al nuestro.

Rasgué las papeletas decepcionado haciendo montones de cachitos aquel 22522 que tanta esperanza habíamos depositado en él y tanto dinero habíamos invertido.

Puse la radio como todas las mañanas a eso de las doce y casi me caigo de espaldas cuando comprobé que estaban retransmitiendo el sorteo de la lotería, ese del que yo estaba tan seguro haber presenciado ayer, ese cuyo número no se correspondía con el nuestro.

De repente toda la sangre huyó de mis venas y unos sudores fríos aparecieron al ver el número del premio gordo en la pantalla el 22522, inconfundible.

Los esfínteres dieron rienda suelta a mi interior cuando todavía con el número en la pantalla comenzó a sonar el teléfono seguramente por la llamada de mis amigos para avisarme que nos había tocado todo ese dinero.

Me pellizqué y me dolió, mala señal, miré el calendario y estaba claro, hoy era el día del sorteo, no estaba soñando, aquello estaba ocurriendo. El teléfono seguía sonando. Entonces comencé a sospechar que estaba bien despierto, que lo que estaba pasando no era un sueño, un sueño había sido el sorteo que yo recordaba del día anterior. ¿Por qué no sospeché nada?

El teléfono no paraba de sonar mientras yo arrodillado junto a la bolsa de basura intentaba rescatar entre los desperdicios de la cena anterior los cientos de cachitos en los que se habían convertido nuestros sueños.

Las lágrimas caían libres por mis mejillas y yo no podía parar de preguntarme por qué no me sucedía como a todo el mundo que sueña que le toca la lotería, solo a mi se me ocurría soñar que no me tocaba y creérmelo al despertar… y encima la noche anterior había cenado salsa de tomate.

FOTO: fernand0

13 diciembre 2007

LA REVOLUCIÓN DE PAPEL

Corrían tiempos muy duros donde el arte de escribir había pasado a ser una actividad prohibida perseguida con severos castigos, incluso a veces con la muerte.

Pocos quedaban que se arriesgasen a correr tal suerte. El reflejar en cualquier medio una opinión o sentimiento que no coincidiese con la política del gobierno acarreaba penas ejemplares para que a nadie se le pasase por la cabeza intentarlo.

Esta medida no se impuso de la noche a la mañana sino poco a poco. Recortando la libertad de expresión en pequeñas dosis y siempre justificando dichos recortes con motivos de “seguridad” y en prevención de posibles actuaciones terroristas.

La verdad es que no les fue difícil llegar a la situación actual, apenas encontraron voces contrarias y el que opinaba en contra se le tildaba de terrorista.

Cansados ya de no poder reflejar todas sus ideas tres amigos decidieron un día saltarse a la torera aquella ley estúpida y comenzaron a escribir sus pensamientos y su opinión respecto al mundo e que vivimos.

Como la adquisición de folios, cuadernos o cualquier otro medio en el que poder escribir era prácticamente imposible no les quedó otra que usar los rollos de papel higiénico que habían ido adquiriendo poco a poco, (de momento hacerlas necesidades no estaba prohibido) para llevar a cabo su tarea.

Consiguieron plasmar sus pensamientos de libertad en cientos de rollos. Se pasaron dos meses rellenando rollos día y noche. Durmiendo lo justo para recargar las fuerzas necesarias para seguir con la labor.

Llegó el día señalado y consiguieron un equipo de diez chavales de los que siempre andan por la calle ideando picias para que distribuyesen los rollos.

El plan fue perfecto la gente adquiría los rollos y a la hora de usarlos se percataban del mensaje que traían, lo leían y recapacitaban.

Pronto comenzaron a notarse los efectos y decenas de viandantes se ofrecieron voluntarios para escribir mensajes en el papel higiénico.

Cuando los tiranos de nuestros gobernantes se quisieron dar cuenta ya era demasiado tarde.

La gente salía a la calle papel higiénico en mano dispuesta a luchar para que se cumpliesen aquellas ideas de libertad y acabar de una vez por todas con el dictador que poco a poco les había robado todos sus derechos y hacía cumplir sus leyes con mano dura.

Ningún hogar quedó sin su rollo de papel higiénico, hasta el de los partidarios del dictador, que al ver la nueva situación y su futura perdida de beneficios se “cagaron” de miedo y no tuvieron más remedio que usar los rollos de papel higiénico y acatar lo que el pueblo pedía: “¡ libertad !”



FOTO: txenoo

03 diciembre 2007

HISTORIA BUCLE DE UNA CARTERA

Paseaba cabizbajo por el centro de la ciudad. Ya estaba anocheciendo, las farolas comenzaban a alumbrar, la gente paseaba de un lado para otro sin importarles las bajas temperaturas. De pronto llamó mi atención el ruido de una cartera al chocar contra la acera. Dejé mis pensamientos a un lado y pude ver delante de mí una cartera.

Me agaché la cogí y miré hacia delante a ver si podía averiguar quien era el dueño. Decenas de personas iban y venían y nadie parecía echarla en falta. De nuevo fijé la atención en la cartera, la miré por ambos lados y la abrí.

No había dinero, ni tarjetas de crédito, ni ningún carnet ni pasaporte que pudiera informarnos quien era el propietario. Estaba vacía…no, en un pequeño apartado parecía haber algo.

Casi me caigo de espaldas cuando descubrí aquella foto en la que aparecía yo junto a otros tres desconocidos. Di la vuelta a la foto y en el dorso había una dirección escrita a lápiz, “ calle la isleta, 16 bajo”.

La curiosidad me alentó a buscar aquella dirección y así lo hice. No estaba muy lejos de allí. Apenas tuve que caminar cinco minutos y encontré la calle y el número.


Me paré frente a la puerta miré la foto y apreté el timbre. Esperé pero me pareció que no funcionaba y decidí usar los nudillos. Golpeé la puerta tres veces y esperé.

Allí no había nadie y si lo había no quería abrirme. Acerqué la oreja pero no pude oír nada. Volví a llamar y al minuto me alejé de allí.

Caminaba pensativo por los alrededores cuando por detrás noté que unas manos me agarraban y al darme la vuelta vi que me estaban amenazando con un gran cuchillo.

Levanté las manos y el asaltante rebuscó por mis bolsillos hasta que encontró la cartera la cogió y salió corriendo.

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Paró de correr tres calles más abajo cuando se aseguró de que nadie le seguía. Entonces decidió comprobar cual era el botín conseguido por aquel asalto.

Sacó la cartera la miró todos sus apartados y no vio nada excepto una foto donde aparecía su asaltante y…soltó la foto del susto que le produjo verse al lado del que hace unos instantes se había convertido en su víctima. Miró aquella cara y la remiró y estaba seguro que no la había visto antes, ni recordaba el momento de haberse hecho aquella foto.

Asustado miró a su alrededor y cuando vio que nadie le miraba tiró aquella cartera en la papelera que más a mano tenía y acto seguido se alejó de allí andando deprisa.

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Estaba amaneciendo ya cuando el barrendero descolgó la papelera y echó todo su contenido en el cubo que llevaba. Entre toda la basura le pareció ver algo que le llamó la atención. Apartó los envoltorios de unos pasteles y encontró una cartera. La cogió la miró y la abrió.

No parecía haber nada. Seguramente alguien la robó, cogió todo el dinero y la tiró en aquella papelera. La llevaría a la central como hacen con todas las cosas que se encuentran por la calle.

Antes de guardarla en su bolso le dio por abrir todos los compartimentos y encontró una foto donde aparecían él y otros tres individuos. Que extraño era aquello ¿Qué hacía él en esa foto con aquellos desconocidos?

Cambió de opinión y en lugar de llevar la cartera a la central la llevó a la comisaría aquella misma tarde.

-Señor comisario- dijo el barrendero –me encontré esta cartera en una papelera y he descubierto que en ella hay una foto en la que aparezco yo con tres hombres que no conozco de nada y por detrás hay escrita una dirección.

El comisario cogió la cartera. La abrió y buscó la foto encontrándola enseguida.

Aquel hombre no mentía, rápidamente le distinguió en la foto. Pero en lo que no se había dado cuenta aquel barrendero era que otro de los hombres que posaban en aquella foto era el mismísimo comisario.

-Yo también salgo- dijo el comisario devolviendo la foto al barrendero.

-¡Es verdad!- exclamó este –usted también sale en la foto.

El comisario cogió la cartera y salió enseguida camino de aquella dirección que aparecía por detrás de la foto.

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Ya estaba anocheciendo, las farolas comenzaban a alumbrar, la gente paseaba de un lado para otro sin importarles las bajas temperaturas. De pronto el comisario se echó la mano al bolsillo y notó que había perdido la cartera. Se giró y no pudo ver nada entre aquel tumulto.


FOTO: macacolandia