22 febrero 2007

A FLOTE

(Este cuento se lo dedico a Natalia que fue la fuente de inspiración del relato en si, así que ya sabéis que está basado en hechos reales)

Antes, cuando oía hablar de sueños húmedos creía que era otra cosa, lo relacionaba con sexo y poluciones nocturnas, pero desde la otra noche se que un sueño húmedo no se refería precisamente a eso.

Aquella noche me dormí con el traqueteo de la lavadora, no era nada nuevo, lo había hecho muchas veces antes. Estaba cansado pues el día anterior me había tocado trabajar de lo lindo y cuando pillé la cama me quedé dormido como un tronco.

Mi subconsciente sabe que el encargado de decirme cuando tengo que levantarme suele ser el escandaloso despertador, pero esa mañana una voz acompañada de un pequeño balanceo se estaba encargando de hacerlo. Desorientado abrí los ojos e intenté comprender la situación, mi compañero de piso me estaba avisando de que el piso estaba inundado.

La verdad es que al incorporarme y posar mis pies en el suelo comprendí que la situación era más grave que la otra vez.

A mi alrededor todo lo que por la noche tocaba suelo ahora flotaba sin rumbo fijo. Me froté los ojos pero la catástrofe seguía allí.

Salí de la habitación chapoteando y patinando. Afuera estaba mi compañero de piso, la vecina de abajo, la otra de más abajo, la de abajo del todo y una pareja de municipales que me observaban sin decir nada.

La verdad es que no sabía que hacer, si reir o llorar y decidí no hacer nada por que me iba a dar igual.

Los días siguientes fueron bastante húmedos para nosotros y para los vecinos de los pisos inferiores, también fueron días de ropa tendida secándose con el viento.

Maldita lavadora, hay veces que me parece oírla reir en la cocina, así que voy hacia allí me agacho frente a ella y la digo con voz alta:

“¡ Ten cuidado maldita que también hay plan renove para las lavadoras!”

No se si me habrá entendido o no, pero yo me he quedado a gusto.

15 febrero 2007

TIEMPOS MEJORES

Me ESCONDÍ entre la multitud a la espera de tiempos mejores.

DEJÉ que otros hicieran el trabajo duro y me APROVECHÉ después de los meritorios beneficios.

ALARDEÉ entre amigos y familiares de pertenecer a la misma clase social que aquellos héroes.

FALSIFIQUÉ momentos históricos con el fin de ser parte de ellos.

RECHAZÉ brazos amigos que antes me habían acogido.

FORTIFIQUÉ las pertenencias conseguidas gracias al esfuerzo de terceros.

MALTRATÉ ideales prestados para que los mios parecieran más grandes.

INVENTÉ patéticas máquinas que me ayudaron a destruir terrenos vecinos.

CONSTRUÍ las torres más altas para vigilar los movimientos de los demás.

DISEÑÉ leyes a mi imagen y semejanza.

CENSURÉ ideas que podrían haber cambiado el mundo y DIFUNDÍ las mías para que todo continuase igual.

MENOSPRECIÉ a pueblos enteros a los que INVOLUCRÉ en guerras innecesarias.

EJECUTÉ a cientos de ciudadanos que los muy tontos no pensaban como yo.

DESHEREDÉ a todos los seres heredables que me rodeaban.

ABASTECÍ a la muchedumbre de miseria y hambre.

FUNDÉ religiones injustas con las que atar de pies y manos a feligreses de mentes débiles.

CONTROLÉ todos los medios de comunicación con la intención que todo el mundo conociese mi verdad.

PROVOQUÉ un odio incontrolado que se volvió contra mí.

DESCONFIÉ hasta de los que estuvieron conmigo hasta la muerte.

FUSILÉ a los primeros que iniciaron la revuelta.

HUÍ por los túneles construidos en los subsuelos de la ciudad.

Me ESCONDÍ entre el tumulto a la espera de tiempos mejores.

08 febrero 2007

REACCIONES ARRIESGADAS

En lugar de correr despavorido hacia la salida de emergencia me hice el valiente y me dirigí hacia la boca de incendios. Cuando llegué allí enseguida me arrepentí de haber tomado aquella decisión sin pensar antes en los inconvenientes con los que me iba a encontrar y olvidar por completo ciertas limitaciones con las que en casos como este es muy frecuente encontrarse.

Llegué junto al armario acristalado donde se encontraba la manguera. Estaba cerrado con llave y por mucho que lo intenté no se podía abrir. Estoy seguro que en una situación normal sin sentir la presión de la emergencia hubiera visto antes el cartel de grandes letras rojas que decía “rómpase en caso de incendio”. Este era un claro caso de incendio, no había ninguna duda, nadie me podía reprochar después haber roto aquel cristal.

Busqué a mi alrededor algún objeto con el que cargarme el cristal, nada, no veía ningún trasto propicio para tal faena. Después de unos momentos, demasiado largos si tenemos en cuenta la situación en la que nos encontramos, tomé la firme decisión de quitarme una bota para golpear el cristal.

Que razón tiene ese refrán que dice “vísteme despacio que tengo prisa”. Al tirar del cordón de la bota se hizo un nudo que apreté sin querer hasta hacerle indesatable (este palabro me le he inventado yo, que pasa).
Después de un rato peleándome con aquel cordón no me quedó más remedio que atacar la otra bota. Esta no se resistió, me la quité de un tirón y golpeé tímidamente el cristal. Nada. Probé más fuerte y al final cedió.

¿Y ahora qué? Nunca he tenido el valor suficiente para tomar ciertas decisiones y esta vez no iba a ser menos. Eché mano de un librillo que imaginé eran las instrucciones.

45 hojas por las dos caras que comencé a leer todo lo rápido que me fue posible. Una vez acabado el librillo eché la vista atrás y me percaté que quizás fuera demasiado tarde ya.
Que razón tenía mi madre cuando me decía que esa manía mía de leer todo lo que pasaba por mis manos un día me iba a traer problemas.

Abatido me rendí al fracaso y acepté mi derrota lo mejor posible. Ya nada se podía hacer, había quemado mis mejores pantalones con la plancha, solo me quedaba reconocerlo e ir a comprar otros. Así es la vida.

01 febrero 2007

TODO VA BIEN

Apago la tele y me levanto del sofá. Miro por la ventana, en la calle no hay nadie.

Inhalo retazos de culpabilidad cuando pienso en que mundo nos ha tocado vivir, lleno de envidias aniquiladoras y zancadillas a diestro y siniestro. Todos contribuimos, unos más que otros, pero todos contribuimos. Mi parte de culpa es el silencio y el mirar hacia otro lado. Todos tenemos culpa, no intentes justificarte, tu también la tienes.

Ya no amanecen días soleados con cantos de pájaros, ya es difícil acordarse de su aspecto, cada vez es más difícil. Ya no quedan esperanzas, las tiramos todas a la basura hace ya algún tiempo, cuando no pensábamos en el futuro, ese futuro que es hoy. Ya no queda gente buena a la que pedir favores. Todos miran de reojo con desconfianza. Esos miedos infundados, esas sospechas causadas por discursos alarmistas de políticos irresponsables.

Apenas quedan textos que leer escritos por manos que hace un tiempo fueron libres. Quemaron nuestras ideas que en papel fuimos plasmando al cabo de los años.

Limitaron nuestras creencias al partido único, ese que dictó las leyes que en el mundo campean.
Lo hicieron poco a poco, sin llamar la atención, hasta que cuando nos dimos cuenta ya nada se podía hacer. Millones de vidas sacrificadas por una causa tan perdida. Aunque hubo un tiempo que nos creímos capaces de recuperar lo arrebatado, pero pronto nos dimos cuenta que estaba todo perdido.

Vuelvo a poner la tele. Una voz me informa de que todo va bien y no hay nada de que preocuparse y yo ya me encuentro más tranquilo.