02 septiembre 2008

TARDES DE FUTBOL

Arturo observaba atento el televisor. Su equipo estaba jugando el último partido de liga y si perdían podía bajar de categoría.

Cuando Arturo veía fútbol nada más a su alrededor parecía existir, todo paraba para él, ni siquiera la insistencia de su mujer solicitando un poco de atención le hacía salir de aquel embobamiento.

Beatriz ya no aguantaba más aquella situación, se sentía un cero a la izquierda. Desde que se casó con Arturo se acabaron los días felices de paseos interminables agarrados de la mano bajo la sombra de los árboles del parque. Se acabaron todos esos sueños conjuntos, esas ilusiones sembradas no fueron regadas y nunca llegaron a florecer.

Los días se hacían interminables, monótonos, sin ninguna esperanza de cambio. Habían entrado en una rutina de la que ya no se veía salida.

Arturo no necesitaba nada más que su sofá, su televisión y sus partidos de fútbol, pero ella… ella exigía más.

No encontraba satisfacción en lo que hacía y por mucho que había intentado comentárselo a Arturo este no la prestaba atención, no la tomaba en serio.

Ella observaba a su marido con lágrimas en los ojos. Él no sentía su presencia. Ella había tomado ya una decisión.

Arturo dio un golpe en la mesita que tenía a su alcance cuando su equipo encajó un gol. Que difíciles se ponían las cosas ahora, si no espabilaban se verían en segunda división algo que Arturo no podía ni imaginar. ¿Qué haría los domingos si su equipo no jugase en la primera división? Ya nada sería igual. Se acabarían todas esas tardes de disfrute, de emociones, de goles, de alegrías y buenos ratos.

Tenían que marcar un gol costase lo que costase.

Beatriz sin dejar de llorar hizo las maletas con lo imprescindible. Se iría de esa casa hoy mismo. Ya había hablado con su mejor amiga y ambas estaban de acuerdo en que aquello sería lo mejor.

De momento hasta que encontrase algo se iría a vivir con ella.

Miró por última vez las fotos que colgaban de las paredes de su habitación y sintió una gran tristeza al comprobar que ya no quedaba absolutamente nada de lo que se reflejaba en aquellas fotos. Esas dos personas alegres que aparecían en ellas eran ahora dos seres alejados el uno del otro, sin nada en común ya. Estaba segura que no se arrepentiría de la decisión tomada.

Mientras Beatriz sollozando se despedía a sus espaldas con un “Arturo me voy, ya no aguanto más, ahí te quedas”, su equipo encajaba el segundo gol causándole la desesperación absoluta.

Una pena profunda invadió a Arturo mientras Beatriz salía por aquella puerta para no volver a entrar nunca más.

Las lágrimas brotaron entonces de sus ojos comprendiendo que ya nada se podía hacer al respecto, todo estaba perdido. Apoyó la cara sobre el brazo del sofá apagando los sollozos de desesperación que no podía evitar.

En ese momento el árbitro pitó el final y Arturo lo comprendió todo. Su equipo había descendido de categoría. Nada le podía ir peor ya, ¿acaso existe algo peor que tu equipo baje a segunda división?

Beatriz viajaba en el autobús con los ojos hinchados de llorar pero ya sin lágrimas, lo peor lo había pasado, ahora todo lo que ocurriese sería para mejorar.

Los demás pasajeros del autobús solo hacían que hablar del fútbol, todos parecían tristes y mientras Beatriz imaginaba como sería su vida de ahora en adelante.

Arturo se pasó más de dos horas llorando en el sofá. Miró al reloj y vio que ya era tarde. Qué raro que no le haya llamado Beatriz para cenar.

Se levantó frotándose los ojos y fue hasta la cocina. Allí no había nadie. Fue después hacia la habitación y tampoco estaba allí. Beatriz no estaba en casa. Habría ido a bajar la basura.

No le dio importancia y se dejó caer de nuevo en el sofá apesadumbrado.

A las tres horas de espera comprendió que esa noche se iba a quedar sin cenar y que las tardes de fútbol de los domingos no era lo único que había perdido.



Foto: CAROMICFOREVER