Aprovecho un momento de debilidad del humano que elegí para que me sujete con los dedos y plasme en un papel todo lo que necesitaba expresar y que por falta de cuerpo físico me era imposible realizarlo.
No se de cuanto tiempo dispongo hasta que la persona elegida deje de ejercer presión sobre el bolígrafo y las letras vayan perdiendo fuerza hasta no ser visibles, así que intentaré ir al grano.
Empezaré explicando con brevedad mis inicios, los cuales no merecen perder mucho tiempo, en ellos no se me ocurre nada reseñable a no ser que cuente que me crearon en una cadena de producción y tengo millones de hermanos gemelos escribiendo y pintando por el mundo tonterías que se les ocurre a sus dueños los humanos, que son esas personas que nos adquieren de distintas formas imaginables. Requieren muy a menudo de nuestros servicios, aunque la mayor parte de las veces solo sea para garabatear un papel mientras sus mentes divagan o para apuntar sus listas de la compra que su memoria no es capaz de retener. Solo alguna rara vez nos usan para crear alguna obra artística, para plasmar historias tanto en verso como en prosa, para contar a los demás lo que en sus mentes elaboran y luego exteriorizan para que pueda ser leído por el resto de los mortales, o para dejar impreso algún plan, que siempre se intenta que sea perfecto para llevar a cabo cualquier tipo de acción.
Vaya, ya me estoy entreteniendo más de lo conveniente. Se es que para una vez que tengo la oportunidad de exteriorizar mi tinta y contar lo que yo como bolígrafo pienso resulta difícil ser comedido por que nunca se sabe cuando se tendrá otra oportunidad así.
Por mi bola rodante ha pasado mucha tinta ya, tanta que cualquier día, espero que no sea pronto, me daré cuenta que las letras van perdiendo intensidad hasta quedar transparentes y sin dudarlo me tirarán a la papelera más cercana. Esta es la fobia más habitual de nosotros los bolígrafos, bueno esta y caer de punta que nos convierte en producto casi inútil al comenzar a escribir intermitentemente, cosa que practicamente tiene el mismo final que al quedarse sin tinta, la papelera o en el mejor de los casos acabar abandonado en el fondo de un cajón junto a otros bolígrafos y demás utensilios de dudosa utilidad.
Es lo que tiene ser un bolígrafo. Yo no me quejo, la verdad es que aunque parezca muy triste pocas veces nos acaban la tinta, la mayoría de las veces acabamos en un cajón o en un bote junto a otros bolígrafos, lápices, rotuladores y plumas estilográficas que son como de la familia.
Lo de los lápices si que me parece triste pues todo lo que plasman es fácil de borrar y además según van escribiendo o dibujando van perdiendo la punta y la única forma de conseguir más es menguando su tamaño, lo que conlleva a ir desapareciendo con el tiempo. La goma de borrar y el sacapuntas son sus mayores enemigos, la primera por hacer desaparecer sus impresiones sin dejar huella y el segundo por la tortura a la que somete al pobre lápiz cada vez que se le saca punta.
Bueno, me vuelvo a ir del tema y no tengo mucho tiempo, voy a centrarme en nosotros los bolígrafos y más concretamente en mí.
Mi primer emplazamiento fue en la ventanilla de un banco. Sí, se lo que estás pensando, que tiene que ser duro permanecer encadenado día y noche y pasar por cientos de manos diariamente, pues no creas, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Aunque pasaba por muchas mano era por poco rato y así no tenía que sufrir de esas mordeduras tan incomodas y poco estéticas con las que acabamos casi todos los bolígrafos, y además el desgaste de tinta no era muy elevado pues la mayor parte de las veces solo me usaban para estampar firmas. Físicamente no era muy duro pero psicológicamente era otro cantar. He firmado tantas cosas, tantos contratos injustos, tantos créditos abusivos, tantas hipotecas trampas... en fin, es mejor no pensarlo por que si no hubiera acabado ahorcándome con mi propia cadenita.
No fue mucho el tiempo que permanecí en la sucursal centras de aquel banco. A los 5 o 6 meses de estar allí atado fui arrancado por un joven cabreado al comprobar que sus ahorros no eran tan copiosos como a él le hubiera gustado. No dolió mucho la verdad. Lo peor fue la incertidumbre esa del momento que no sabes que planes tiene el nuevo dueño para ti, pero una vez que pasa pues a expulsar tinta cuando ten manden.
Mi nuevo propietario fue un mal estudiante de esos que mientras el profesor explica la lección él garabatea todos los márgenes de los folios que en teoría se tenían que convertir en sus apuntes. No me siento responsable de su fracaso como estudiante pues solo de él dependía la forma de aprovechar mi tinta y si la convertía en apuntes o garabatos. Eligió garabatos pues yo a hacer garabatos.
En sus manos logré aguantar casi un año. En ese tiempo hice buenos amigos. Conocí al bolígrafo rojo tan llamativo él, siempre dando la nota, al negro, tan sobrio y formal y al extravagante y poco común bolígrafo verde. Hacíamos buen equipo los cuatro para conseguir un acabado perfecto en lo que a garabatos se refiere. Siempre les mantendré en el recuerdo. No se que sería de ellos pero me temo que nada bueno por que un día por sorpresa aparecimos en las manos de otra persona y rápidamente nos separaron.
Ellos no se dónde acabarían, yo en un despacho. Todo cambió para mal. No paraba en todo el día y siempre con lo mismo, la firma de aquel notario que parecía dispuesto a agotarme en tres días. Yo ya pensaba en mi final inminente cuando milagrosamente acabé en el bolsillo de la bata de la señora de la limpieza, la cual me cogió para hacerse una lista de los materiales que debía de pedir a su jefe para el buen hacer de su trabajo y se le debió olvidar por suerte devolverme a aquella mesa tan llena de papeles siempre.
A esta señora le debo la vida sin ninguna duda. Gracias a ella sigo aquí escribiendo esto en estos momentos, bueno a ella y al bolígrafo con el que escribieron mi destino, pues parece ser que el destino le tenemos escrito desde hace mucho. Estoy pensando que me hubiera gustado ser un bolígrafo de escribir destinos, cuanta responsabilidad. No conozco a ninguno pero seguramente serán felices haciendo esta labor tan importante.
Después de caer en el bolso de la bata de aquella limpiadora todo fue a mejor. En sus manos solo estuve dos días y el único uso que mi dio fue hacer aquella lista de la compra, luego me regaló a su hermano que es la persona a la que pertenece la mano que está escribiendo esto.
Es escritor y aunque esto significa que mi tinta no durará mucho me agrada saber que acabaré mis días en sus manos y seré el responsable de alguna novela que con suerte será leída por mucha gente. Ahora estamos con una que trata sobre la vida de un bolígrafo que no puede dormir por las noches apesadumbrado al dedicarse durante el día a firmar sentencias de muerte de la mano de un dictador sanguinario.
Así es la vida de un bolígrafo, según a lo que se dedique tu dueño puedes alegrarte de que tu tinta vaya acabándose o triste y martirizado si cada gota de su contenido significa una sentencia de muerte.
Bueno os dejo que la mano que me maneja parece que está recobrando la razón y vuelve a recibir ordenes de su cerebro. Espero que me quede tinta por lo menos para hacer que mi dueño termine el libro que está escribiendo y así podréis volver a leerme y podréis decir: "A esta tinta la conozco yo, un día leí su biografía"