01 mayo 2006

Desorientado (VI)

Estoy cansado de vagar de un lado a otro, tanto he viajado que estoy totalmente desorientado, no se dónde estoy, que vergüenza, un mono con el coeficiente intelectual tan alto que tenga que estar pasando estas calamidades.

Mi estado de ánimo ha bajado, no debí abandonar nunca la manada, eso es de lo que más me arrepiento.

Ahora no me apetece seguir buscando, quiero descansar y olvidarme de todo. ¿Por qué añoro tiempos pasados, si este era mi sueño?. Cuando deseaba echarme a la aventura no me imaginaba esto. ¿Por qué cuando sueñas no aparece una advertencia que diga que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia?

Ayer descubrí que al sitio donde llegué ya había pasado días antes por él. Eso quiere decir que estoy absolutamente perdido y sólo me queda guiarme por la intuición tan dañada en estos momentos. Si los monos tuviésemos religiones le rogaría al dios correspondiente que me ayudase a encontrar el camino, pero como somos seres irracionales nunca se nos ha ocurrido inventarnos todas esas historias en las que apoyarnos cuando corren malos tiempos.

Ha amanecido hace ya dos horas y estoy en una rama no muy alta, por que ya no me apetece ni trepar a lo más alto.

Oigo un ruido a lo lejos, miro desde donde estoy pero no veo nada extraño. Subo un par de metros más arriba y logro ver un camino y algo que viene por él levantando mucho polvo. ¿Por qué no me he dado cuenta antes?. Cada vez se oye más cerca. Es el motor de un coche.

Me cuesta pensar con claridad, pues estos últimos días he comido poco y he dormido mal. El coche ya está ahí. Para el motor, para el ruido. ¿Qué hago?¿me voy a ver si hay suerte y no me ven?¿o me quedo quieto esperando a que pasen?

Bajan del coche tres hombres. Se estiran y miran a su alrededor. “Que no me vean por favor, que no me vean”.
Cierro los ojos creyendo que si yo no les veo a ellos tampoco ellos me verán a mí.
Oigo un ruido seco. Me asusto dando un saltito. Veo a los tres hombres que me están mirando y están más cerca de mí. Estoy perdido.

Noto un dolor en el lomo. Me miro y me doy cuenta que tengo algo clavado.

“Oh, mierda”, fue lo último que se me pasó por la cabeza antes de caer inconsciente.