PECADOS CAPITALES (II) La avaricia
Esta es la asombrosa historía de Juanito, el hombre que siempre quería más y nunca se conformaba. “Juanito”, le decían sus amigos, “¿para que quieres tanto?”, “nunca es tanto”, respondía Juanito llevándoselo todo.
Siempre actuaba igual, se llevaba todo lo que podía, le daba igual si alguien se quedaba sin nada, y los que le conocíamos siempre le decíamos “la avaricia rompe el saco”, y el respondía “ya veremos”, y seguía con el acaparamiento.
En el colegio cuando se repartían caramelos él siempre se las apañaba para llevarse más que los demás y la profesora le decía, “la avaricia rompe el saco”, y el sonreía y respondía, “ya veremos”.
Cuando encontró el primer trabajo en aquel restaurante todos sus compañeros se repartían las propinas, pero él se quedaba a escondidas con lo que podía y los compañeros le decían, “Juanito, que la avaricia rompe el saco”, él sonreía y no hacía caso.
Al cabo de los años a causa de su avaricia amasó una gran fortuna, que le ayudó a quedarse con los negocios de otros empresarios más pequeños, a su alrededor le avisaban, “Juanito que la avaricia rompe el saco”, y él sin dar importancia seguía con lo suyo.
Ya en el lecho de muerte todos fueron a verle, aunque en el testamento había ordenado que le enterraran con el dinero que había acaparado durante toda su vida.
Su hermano, que había aprovechado un momento en el que todos habían salido de la habitación para quedarse a solas con él, se le acercó y le preguntó muy bajito al oído, “¿Por qué has actuado así toda la vida? ¿No sabes que la avaricia rompe el saco?”. Juanito sonrió y sacando fuerzas de donde pudo se giró y abrió un cajón de la mesilla de noche. Sacó unas tijeras grandes, negras y se las enseñó a su hermano. “¿Esto que significa?”, preguntó el hermano confundido, “devuélveselas” dijo Juanito acercándole las tijeras, “¿a quien?”, preguntó el hermano confundido, “a Avaricia”, respondió Juanito, “son suyas, se las robé hace mucho tiempo”, “¿Por qué?”, preguntó el hermano sin dar crédito a lo que oía. “Muy sencillo…” dijo Juanito con dificultades, “para que no me rompiera el saco”.
Y entonces Juanito murió al fin con el saco lleno y sin romper, y desde ese día la avaricia volvió a romper sacos.
Esta es la asombrosa historía de Juanito, el hombre que siempre quería más y nunca se conformaba. “Juanito”, le decían sus amigos, “¿para que quieres tanto?”, “nunca es tanto”, respondía Juanito llevándoselo todo.
Siempre actuaba igual, se llevaba todo lo que podía, le daba igual si alguien se quedaba sin nada, y los que le conocíamos siempre le decíamos “la avaricia rompe el saco”, y el respondía “ya veremos”, y seguía con el acaparamiento.
En el colegio cuando se repartían caramelos él siempre se las apañaba para llevarse más que los demás y la profesora le decía, “la avaricia rompe el saco”, y el sonreía y respondía, “ya veremos”.
Cuando encontró el primer trabajo en aquel restaurante todos sus compañeros se repartían las propinas, pero él se quedaba a escondidas con lo que podía y los compañeros le decían, “Juanito, que la avaricia rompe el saco”, él sonreía y no hacía caso.
Al cabo de los años a causa de su avaricia amasó una gran fortuna, que le ayudó a quedarse con los negocios de otros empresarios más pequeños, a su alrededor le avisaban, “Juanito que la avaricia rompe el saco”, y él sin dar importancia seguía con lo suyo.
Ya en el lecho de muerte todos fueron a verle, aunque en el testamento había ordenado que le enterraran con el dinero que había acaparado durante toda su vida.
Su hermano, que había aprovechado un momento en el que todos habían salido de la habitación para quedarse a solas con él, se le acercó y le preguntó muy bajito al oído, “¿Por qué has actuado así toda la vida? ¿No sabes que la avaricia rompe el saco?”. Juanito sonrió y sacando fuerzas de donde pudo se giró y abrió un cajón de la mesilla de noche. Sacó unas tijeras grandes, negras y se las enseñó a su hermano. “¿Esto que significa?”, preguntó el hermano confundido, “devuélveselas” dijo Juanito acercándole las tijeras, “¿a quien?”, preguntó el hermano confundido, “a Avaricia”, respondió Juanito, “son suyas, se las robé hace mucho tiempo”, “¿Por qué?”, preguntó el hermano sin dar crédito a lo que oía. “Muy sencillo…” dijo Juanito con dificultades, “para que no me rompiera el saco”.
Y entonces Juanito murió al fin con el saco lleno y sin romper, y desde ese día la avaricia volvió a romper sacos.
4 Comments:
jajaja...muy bonita tu historia...
Hola less, gracias por pasarte por el blog, espero que repitas.
Si la avaricia rompe el saco, ¿el hombre del saco no le teme a avaricia?
je je je
hola guapo!!! aunque en la foto estás un poco desfavorecido...., juanito me ha parecido un poco capullo, le podia haber dado las tijeras a otro para que hubiese hecho lo mismo, pero amos, que se le veia el plumero del egoismo, mira que no dejar ni herencia a la familia ni ná..., y pa mi que avaricia tiene mucho trabajo...
hola guapa!!! Avaricia no para de trabajar. Sobre todo la toca ir a casa de políticos, banqueros y capullos en general.
Hace horas extras para dar y tomar y nunca tiene vacaciones.
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