22 mayo 2008

ARDORES


Una de sus conocidas aficiones era pasar las horas muertas contemplando el fuego, la tranquilizaba tanto.

La encantaba sentarse delante de una chimenea o frente a una hoguera. Se podía pasar simplemente viendo el danzar de las llamas horas y horas hasta que alguien la sacaba de su ensimismamiento.

Para ella los efectos hipnotizantes del fuego eran como la anestesia perfecta, no notaba nada más a su alrededor, solo el crepitar de las llamas.

Nadie la comprendía por que nadie podía ver en el fuego lo que ella veía. Nadie podía imaginar lo que significaba para ella aquel aleatorio y espontáneo balanceo de las llamas y lo que detrás de estas se escondía.

Allí dentro soportando todo el calor producido por el fuego se escondían aquellos seres que solo en contadas veces asomaban tímidamente produciendo un chasquido cada vez que lo hacían. Decenas de veces os habrá pasado oír el chasquido proveniente del fuego y cuando miráis ya no veis nada. Pero están dentro, ella les ve aunque no diga nada solo mira.

Cada vez más a menudo era atraída por el fuego y cuando no había ninguno cerca lo provocaba encendiendo una cerilla o algún papel.

La forma en que se consume cualquier cosa que es abrazada por el fuego la parece tremendamente atrayente y a veces se descubre demasiado cerca de las llamas y aparece ese olor característico de las puntas del pelo consumiéndose.

Más de una vez había introducido una mano entre las llamas olvidándose del dolor que produce una simple quemadura y todavía tenía marcas.

Su pasión por el fuego era tal que se metió a trabajar de bombero. Pasó las pruebas y fue contratada.

Ella sabía que aunque su trabajo consistía en apagar fuegos por lo menos durante algún tiempo estaría cerca y podría disfrutar de grandes incendios.

No duró mucho en su trabajo pues la echaron por no darse prisa en sofocar los incendios y dejar que se expandiesen con rapidez y pasear entre las llamaradas antes de abrir las mangueras para extinguirlos.

Cada día que pasaba sentía mayor atracción por el fuego y el ardor que sentía por dentro comenzaba a salir de vez en cuando por sus extremidades prendiendo lo que tocaba.

Nadie se podía explicar por qué la ocurría aquello y la sometieron a todo tipo de pruebas.

Encerrada en la habitación de un hospital pasó sus últimos días de su vida hasta que un día al abrir la puerta solo encontraron cenizas. Por fin lo había conseguido.


FOTO: Pedro J Pacheco

3 Comments:

Blogger manzacosas said...

Hola. Es un relato bonito, y me recuerda la fascinación que tenía en la infancia por el fuego. Ahora mismo, si veo una chimenea encendida y uns butaca enfrente, puedo pasarme horas leyendo y mirando al fuego... Me parece que todos llevamos dentro algo de esa especial atracción por el fuego. Un saludo. Manzacosas

22 mayo, 2008 19:17  
Blogger Teresa said...

Bueno Manza pues déjame un hueco.

Ardió en combustión espontánea.
Es cierto, el fuego tiene algo magnético que atrae irremediablemente. Pero es ese olor a brasa y chuletilla el que más acerca.

22 mayo, 2008 21:26  
Anonymous Anónimo said...

He colgado tu relato como comentario a mi foto en flickr. Si no estoy autorizado a ello comentamelo y lo quitare. Gracias por elegir mi foto para tu hermoso relato.

08 agosto, 2008 10:43  

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