19 noviembre 2007

EL HOMBRE QUE PASEABA SOLO

Amaneció acurrucado en un banco del parque rodeado de gente que le observaba con curiosidad.

No era la primera vez que le pasaba lo de quedarse dormido en el lugar menos pensado y tampoco tenía por que ser la última.

Se alejó de allí abriéndose paso entre los mirones. Aunque era aún muy temprano el sol ya calentaba como los días anteriores.

Llevaban ya unos cuantos días con aquellas temperaturas tan elevadas. Se agachó a beber agua de una fuente. A su alrededor revoloteaban las palomas y las campanas de la iglesia más cercana anunciaban las diez.

Ajeno a las prisas de la gente se paró frente al escaparate de una pastelería. Dejó volar la imaginación y saboreó el dulce sabor de tanta nata y chocolate.

Un niño hizo sonar el timbre de su bicicleta devolviéndole a la realidad.

Siguió andando calle arriba, sin ningún rumbo fijo que seguir, solo le apetecía andar sin importarle hacia donde.

A su derecha dos señoras discutían sobre los precios del pescado y un agente de tráfico hacía sonar su silbato.

Primero un paso, luego otro, así todo el rato, sin dedicarle ni un segundo de atención. Mientras caminaba su mente vagaba perdida sin prestar atención. Una pareja se hacía carantoñas en aquel rincón, un grupo de jóvenes reían alrededor de un mimo y sus pies sin prestarles atención.

El bullicio del mercado llegaba a sus oidos como lejanos susurros casi inapreciables y el ruido de los coches formaba parte de la banda sonora de su paseo.

De repente todo se iluminó a su alrededor y el silencio invadió sus oidos. La gente empezó a correr despavorida en todas las direcciones buscando un sitio donde cobijarse. Un olor extraño apareció de repente.

La gente lloraba, gritaba, suplicaba, perdía los nervios, se empujaban, buscaban un lugar donde ponerse a cubierto.

A él le daba igual, estaba como en una nube. No sentía ese miedo que notaba en los demás ni esa necesidad de cobijarse en algún sitio seguro.

Acompañando al extraño olor apareció un repentino aire caliente. Su pelo se agitó y las pupilas se le dilataron al reflejarse en ellas una gran llamarada que avanzaba con rapidez. El calor comenzaba a quemar su piel y notó como sus pulmones se secaban a causa del intenso calor.

Ya no recuerda nada más. Amaneció acurrucado en un banco del parque…esta vez nadie le observaba. Se levantó y comenzó a andar entre cascotes y cadáveres, no le importaba hacia donde, solo le apetecía caminar sin tener la necesidad de llegar a ningún sitio en particular.

A su alrededor todavía había pequeños incendios entre los montones de escombros pero eso a él le daba igual.


FOTO: fluzo

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Que había pasado, un meteorito quizá?

26 noviembre, 2007 10:47  
Blogger Elisa said...

Vaya, no había pensado en lo del meteorito, pero me gusta más que mi idea del ataque terrorista...

26 noviembre, 2007 17:10  
Anonymous Anónimo said...

En realidad no había pensado ni en meteoritos ni ataques terroristas, más bien mi idea era que la propia tierra como autodefensa, harta ya de tanto abuso acabó enojandose y pagó con la misma moneda a la humanidad, bueno a toda menos al protagonista, pero no queda cerrada la historia para que cada una haga sus propios finales.

26 noviembre, 2007 21:08  
Blogger Elisa said...

me gusta más tu final la verdad... estoy demasiado influenciada por Bush :P me he vuelto paranoica comó él y no hago más que ver terroristas por todas partes

26 noviembre, 2007 21:30  
Blogger reikiaduo said...

Je, je, también es la historia de esos que llamamos muy finamente "transeuntes", useasé, los mendigos callejeros de toda la vida, los sin casa

Si en sus pasos, ajeno a todo, fuera sintiendo paz interior estaríamos hablando sin duda de un sabio entre los sabios

27 noviembre, 2007 15:57  

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