DE CAMINO AL TRABAJO (I)
Me levanté con tiempo. Preparé todo lo que iba a necesitar y salí también con tiempo para evitar atascos y llegar puntual para empezar con buen pie.
Monté en el coche y salí en busca del trayecto más corto para llegar a aquellas oficinas.
Estaban en una zona nueva y había que atravesar una serie de carreteras sin nada habitable a su alrededor que pudiera servir de referencia.
Había instalado el GPS nuevo la semana anterior y todavía no estaba muy familiarizado con él. Delante de mí a unos 100 metros pude ver una rotonda la cual no estaba reflejada en el GPS. “Mierda”- pensé –“estos trastos tan modernos no hay quien les entienda”.
Bajé un poco la velocidad y entré en la rotonda.
De repente todo cambió ante mis ojos. La rotonda era más grande de lo que yo creía y no parecía haber nadie más por allí y por mucho que avanzaba lo hacía en círculo sin encontrar ninguna salida.
Di una vuelta entera, o eso me pareció, por que ni siquiera pude ver la entrada por donde había accedido a la rotonda.
Una espesa niebla parecía caer sobre la zona. Por mucho que avanzaba en círculo dentro de la rotonda el paisaje parecía cambiar a cada vuelta y lo más extraño de todo es que no me encontré con ningún otro vehículo en todo el rato.
De repente me puse nervioso y frené de golpe.
Esperé allí sentado sin hacer nada más que mirar al frente e intentar pensar en como actuar.
Volví a encender el GPS pero este parecía haberse vuelto loco y en él solo se veían números y letras que no parecían significar nada. Me eché la mano al bolso en busca del móvil pero este parecía haberse quedado sin batería de repente.
Golpeé el volante maldiciendo la situación en la que me encontraba. Iba a llegar tarde al trabajo el primer día, la verdad es que no se podía considerar un buen comienzo. Miré el reloj y se habían borrado todos los dígitos como por arte de magia.
Lo único que se me ocurría era continuar avanzando con el coche. Giré la llave con la intención de arrancarlo pero nada, ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera y a la quinta desesperado ya desistí.
Apoyé la cabeza en el volante y lloré sin saber que hacer. Me encontraba allí en aquella rotonda sin salidas, con una niebla tan espesa que no dejaba ver ni a 30 metros perdiendo la oportunidad de acudir al nuevo puesto de trabajo, el coche no arrancaba, la radio no funcionaba, ni el GPS, ni el móvil. La situación no podía ser peor.
Después de darle mil vueltas al asunto decidí salir del coche. Iría andando a pedir ayuda.
Hacía frío y la niebla cada vez era más espesa. Decidí intentar salir de la rotonda pero a los 20 metros había una altísima valla que desde el coche no podía ver por la niebla que me impedía alejarme de la rotonda.
Miré hacia un lado y hacia el otro y no podía ver donde acababa la valla. La golpeé enfadado y me di media vuelta dispuesto a volver al coche.
Era tan espesa la niebla que desde la valla no podía ver el vehículo.
Avancé hasta donde creía que estaba, pero ¡sorpresa!, el coche había desaparecido.
No podía estar tan lejos, apenas había caminado 30 metros. Seguí la carretera hacia un lado y luego hacia el otro y ni rastro de mi coche.
“¡Noooo!”, grité con todas mis fuerzas perdido en la tremenda niebla, “No, ¿Por qué?¿por qué?...” me lo preguntaba una y otra vez pero no había nadie allí para responder.
Me calmé un poco y me aventuré hacia la única dirección que todavía no había intentado, el interior de la rotonda.
Continuará…
FOTO: A Vista de Cerdo
6 Comments:
Inquietante situación.
Espero que por lo menos no pierdas el trabajo ;-)
parece burgos .. por las rotondassss
a ver si tu jefe te va a creer cuando le contes eso de la rotonda laberintica....como disculpa no esta mal :)
tenia que haber entrado en la rotonda por el lado izquierdo y no hubiese tenido ese problema....si que pasa, por el lado izquierdo!!!
Cómo me gusta la forma de recrear el ambiente. Espero conclusión.
No habrás entrado en un agujero de esos del tiempo...
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