08 septiembre 2006

LA SILLA

Me senté al borde de la silla con las piernas juntas y las manos sobre las rodillas. Así me quedé durante un buen rato, mirando las baldosas blancas y negras que se asemejaban a un tablero de ajedrez.

Pensativo, abandoné el mundo real convirtiendo la habitación en un cubo cuadriculado de la misma forma que el suelo.

La habitación estaba vacía. Solo yo, sentado en la silla, en el centro.
Me asusté, pues me percaté que estaba entrando en una espiral que giraba lentamente y me absorbía.

Por fín me di cuenta que si no lo remediaba me vería abocado a girar de por vida en aquella espiral.

Me aferré a la silla, aunque eso no frenaba el avance.

Abrí los ojos al máximo y grité todo lo que pude. Comencé a mover la cabeza bruscamente, convencido que me ayudaría a volver a la habitación de donde partí, y así fue, pero fue a medias. Volví a una habitación, pero no a la mia.

Dejé de agarrarme a la silla y me levanté mirando la extraña estancia. Revisé la habitación y pude comprobar que carecía de puertas y de cualquier via de escape.
Me alarmé, mi corazón comenzó a latir más fuerte y más rápido. Volví a mirarlo todo, esta vez con más urgencia. Nada. No había posibilidad de escape. Me acerqué a las paredes a examinarlas más minuciosamente, golpeando para ver si encontraba algún tabique falso o algo similar, pero no encontré nada.

Desesperado me senté en la silla, y comencé a llorar sin saber que hacer. Lo único que se me ocurría era volver a ponerme en la misma posición en la silla, relajar la mente y dejar que esta escape de esta habitación sin salida.

Nada, no lograba concentrarme, pues estaba muy nervioso y cuanto más tiempo pasaba más difícil resultaba relajarme.

Pasaron los días y yo cada vez estaba más débil de no beber ni comer. Se que me queda poco tiempo y por fin podré relajarme, pero antes me gustaría recomendaros que no os sentéis en las sillas así sin más, comprobad antes que se trata de una silla normal y una vez sentados no dejéis la mente en blanco si no queréis veros abocados a una habitación sin puertas de la que no podáis salir.

8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Que angustia...¡¡

Ya no me fio ni de la silla del niño...¡¡¡

Me ha encantado leerte, como siempre.

09 septiembre, 2006 08:51  
Blogger Macacolandia said...

tampoco es tanto problema, con no sentarse en ellas.

09 septiembre, 2006 16:35  
Blogger Para, creo que voy a vomitar said...

Hay que ver, no vamos a estar tranquilos ni para poner el culo!

10 septiembre, 2006 21:06  
Anonymous Anónimo said...

uffff, la primera parte del relato se parece mucho,muchisimo a lo que es una ataque de vertigo... que agobio. :)

12 septiembre, 2006 12:08  
Blogger Cazadora de almas said...

Que horror!!! No será que habias fumao algo...??? :)

Besitos!

12 septiembre, 2006 22:17  
Blogger Eulalia said...

No era la silla: son las baldosas, cualquier baldosa cuando estás sentado esperando algo y te fijas en ella; entonces te absorbe y cuando quieres recordar estás dentro de ella.
Una baldosa puramente blanca o negra te lleva a la angustia.
Las baldosas con manchas te meten en mundos paralelos donde sólo habitan perfiles o árboles planos o tartas de queso derretidas o...
Ten cuidado.
Un beso.

18 septiembre, 2006 18:53  
Blogger Macacolandia said...

Eulalia, me ha convencido tu teoria de las baldosas, me parece muy interesante, ahora voy fijandome en las baldosas de cualquier sitio donde voy.

18 septiembre, 2006 21:35  
Blogger Princesa said...

Es increíble cómo has trasmitido la sensación de estar privado de libertad. Lo podemos aplicar a una carcel física o a cualquier otra cosa.

Me ha recordado a la Metarmorfosis de Kafka.

20 septiembre, 2006 13:47  

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