ABANICO
Una señora que llevaba puesto un vestido de vistosos motivos florales se sentó a mi lado.
Debido a su gran envergadura provocó que tanto el chico que estaba a su izquierda como yo nos tuviéramos que mover levemente al notar toda aquella grasa presionando sobre nuestros cuerpos.
Hacía mucho calor y no había ningún tipo de ventilación. A los pocos segundos de haberse aposentado la mujer, comenzó a notarse en el ambiente húmedo un olor agrio de sudor reseco. Resoplé, el chico del otro lado hizo lo mismo.
Si te paras a pensar era normal, con tanto pliegue cubierto por todas aquellas grasas y con las altas temperaturas que estábamos sufriendo esos días la cosa no podía ser de otra manera, regueros de sudor brotarían continuamente de aquel cuerpo rollizo y sin salida se resecaría, alojado entre michelín y michelín.
A cada mínimo movimiento que hacía la mujer el olor se intensificaba. Abrió su bolso, rebuscó, con sus manos rechonchas y sacó un abanico que abrió con un leve giro de muñeca. Comenzó a moverlo con fuerza, aireándose ella y a los que estábamos alrededor. Lo malo no era el aire sino el olor que viajaba en ese aire. En unos instantes el olor que manaba de aquella señora se esparció por toda la sala de espera.
La mujer solo hacía que moverse y el chico de su izquierda harto ya de tanto achuchón decidió levantarse y alejarse un poco de aquel ambiente viciado.
La señora seguía moviendo el abanico con un desparpajo impresionante, haciendo un ruido como el batir de alas de un murciélago gigante, (si, tienes razón, nunca he comprobado el ruido que hacen las alas de un murciélago gigante, pero me lo imagino) y de vez en cuando paraba en seco y le cerraba con un golpe de muñeca. Al rato lo volvía a abrir y así todo el rato.
A este ruido de aleteos se juntaba el sonido que hacían sus pulseras al moverse, el calor agobiante que hacía en la sala y ya, la de por sí agónica espera que estábamos sufriendo.
Reconozco que fue un cúmulo de despropósitos lo que acabó con mi paciencia y que mi repentino ataque de furia fue consecuencia de tan espantosa situación.
Reconozco que perdí los papeles por completo y que todas las miradas se posaron en mi y en el numerito que estaba a punto de representar.
Reconozco que arrebatar el abanico a la señora como se lo arrebaté y gritarla a su vez “¡ Deje ya el puto abanico de una vez y métaselo en su gordo culo!”, estuvo feo, bastante feo.
Pero más fea estuvo la forma con la que se abalanzó sobre mi, me quitó el abanico y sin darme tiempo para la reacción, tirándome al suelo se sentó encima de mi a horcajadas atizándome con todas sus fuerzas con el abanico.
Si no es por los guardias allí me quedo. Entre su gran peso cortándome la respiración y esos golpes de abanico que me suministraba por todo el cuerpo, creía morirme. Y encima, el poco aire que lograba respirar entraba mezclado con el olor a sudor de la mujer.
Les costó a los guardias separarla de mi. Se aferraba a mi hincándome las uñas y rodeándome con las inmensas pantorrillas.
Una vez alejaron a aquella bestia, yo logré sentarme en el suelo y vi aquel abanico partido con restos de sangre y se me quedó grabado en el cerebro, y desde aquel día cada vez que veo desplegarse un abanico, mi corazón late más fuerte y me viene a la cabeza la imagen de aquella mujer atacándome salvajemente.
Una señora que llevaba puesto un vestido de vistosos motivos florales se sentó a mi lado.
Debido a su gran envergadura provocó que tanto el chico que estaba a su izquierda como yo nos tuviéramos que mover levemente al notar toda aquella grasa presionando sobre nuestros cuerpos.
Hacía mucho calor y no había ningún tipo de ventilación. A los pocos segundos de haberse aposentado la mujer, comenzó a notarse en el ambiente húmedo un olor agrio de sudor reseco. Resoplé, el chico del otro lado hizo lo mismo.
Si te paras a pensar era normal, con tanto pliegue cubierto por todas aquellas grasas y con las altas temperaturas que estábamos sufriendo esos días la cosa no podía ser de otra manera, regueros de sudor brotarían continuamente de aquel cuerpo rollizo y sin salida se resecaría, alojado entre michelín y michelín.
A cada mínimo movimiento que hacía la mujer el olor se intensificaba. Abrió su bolso, rebuscó, con sus manos rechonchas y sacó un abanico que abrió con un leve giro de muñeca. Comenzó a moverlo con fuerza, aireándose ella y a los que estábamos alrededor. Lo malo no era el aire sino el olor que viajaba en ese aire. En unos instantes el olor que manaba de aquella señora se esparció por toda la sala de espera.
La mujer solo hacía que moverse y el chico de su izquierda harto ya de tanto achuchón decidió levantarse y alejarse un poco de aquel ambiente viciado.
La señora seguía moviendo el abanico con un desparpajo impresionante, haciendo un ruido como el batir de alas de un murciélago gigante, (si, tienes razón, nunca he comprobado el ruido que hacen las alas de un murciélago gigante, pero me lo imagino) y de vez en cuando paraba en seco y le cerraba con un golpe de muñeca. Al rato lo volvía a abrir y así todo el rato.
A este ruido de aleteos se juntaba el sonido que hacían sus pulseras al moverse, el calor agobiante que hacía en la sala y ya, la de por sí agónica espera que estábamos sufriendo.
Reconozco que fue un cúmulo de despropósitos lo que acabó con mi paciencia y que mi repentino ataque de furia fue consecuencia de tan espantosa situación.
Reconozco que perdí los papeles por completo y que todas las miradas se posaron en mi y en el numerito que estaba a punto de representar.
Reconozco que arrebatar el abanico a la señora como se lo arrebaté y gritarla a su vez “¡ Deje ya el puto abanico de una vez y métaselo en su gordo culo!”, estuvo feo, bastante feo.
Pero más fea estuvo la forma con la que se abalanzó sobre mi, me quitó el abanico y sin darme tiempo para la reacción, tirándome al suelo se sentó encima de mi a horcajadas atizándome con todas sus fuerzas con el abanico.
Si no es por los guardias allí me quedo. Entre su gran peso cortándome la respiración y esos golpes de abanico que me suministraba por todo el cuerpo, creía morirme. Y encima, el poco aire que lograba respirar entraba mezclado con el olor a sudor de la mujer.
Les costó a los guardias separarla de mi. Se aferraba a mi hincándome las uñas y rodeándome con las inmensas pantorrillas.
Una vez alejaron a aquella bestia, yo logré sentarme en el suelo y vi aquel abanico partido con restos de sangre y se me quedó grabado en el cerebro, y desde aquel día cada vez que veo desplegarse un abanico, mi corazón late más fuerte y me viene a la cabeza la imagen de aquella mujer atacándome salvajemente.
13 Comments:
Tío tienes que ser más prudente con la gente porque no sabes con quien puedes enfrentarte, en este caso te tocó la primera luchadora de sumo del mundo, pero también te podría haber tocado la mejor rebanadora de pescuezos del mundo, así que ándate con cuidado y contrólate un poquito.
Si, tienes razón, el mundo es una loteria, igual te toca la luchadora de sumo o la desmembradora de penes, nunca se sabe...
no sé se rio o pranteo. Pero sin duda voy a pensar una docena de veces antes de usar mi abanico...
Parece una de las peores pesadillas que puedes tener. Seguro que era la sala de espera de la seguridad social, que eso tambien caldea el ambiente.
Si es que yo no sé porque los árabes se molestan en poner bombas en los aviones, con meter a 3 o 4 gordas como las de tu historia sería suficiente para causar el más intenso de los pánicos...
Sii, era en el ambulatorio, rodeados de ese olor caracteristico a lejia barata desinfectante, 5o viejos tosiendo, etc.
Si metes 3 o 4 de estas se monta la de kill bill por lo menos.
¡Mu wena la página!,sí, algo quería insinuar la señora con la pieza misteriosa y sensual con "El lenguaje de los abanicos",pero ¿el qué?,...¿el qué?,je,je.Les iba a recomendar el grupo Locomía,pero mejor déjenlo,déjenlo.
joer majo!!! te debió dejar como una kalkamonía, que horror!! y los pulmones bien?? no dejarias de fumar por eso??
Es evidente, el calor hace estragos en las psicosis de las personas... y suerte que tuvo usted.
Me parto... te lo imaginaste? o pasó realmente? y es que el calor es muy malo... abajo el abanico arriba los ventiladores y los desodorantes
me lo imagino, todo me lo imagino, bueno casi todo.
Mmmmm... creo que no sería bueno que fueses a un concierto de Locomía ;-P
Salu2
en serio? jajaj
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