17 mayo 2006

NOTA:Este relato es la continuación de una historía que llevo escribiendo desde el principio en pequeños episodios.

EL TRASLADO (VII)

Me despertó el traqueteo que hacía el jeep al pasar sobre el abrupto camino.
Me sentía débil y adormilado y miré a mi alrededor para intentar situarme.
Había más monos. Unos dormían, otros como yo intentaban desperezarse.

Cuatro paredes y un techo de barrotes definían en lugar donde me encontraba como jaula, y jaula significaba que no había posibilidad de escapatoria.
Tres monos habían despertado ya, un cuarto lo estaba haciendo ahora, pero había un quinto que no daba síntomas de vida. Me acerque a él y le empujé un poco con mi mano. Nada. No había tenido tanta suerte como nosotros, o al revés, según lo que nos depare el futuro.

Los otros monos tenían cara de sueño, desorientación y miedo. Temblaban arrinconados sin hacer nada.

Inspeccioné todo el habitáculo y no encontré ningún posible punto de escape.

“¿Dónde nos llevarían?”, por el paisaje que se podía ver desde la jaula, ya habíamos abandonado la selva hace un rato y estábamos entrando en un pequeño pueblo. La velocidad del jeep había disminuido. Transcurrieron unos minutos y el jeep paró.

Bajaron dos hombres que fueron hasta la parte de atrás. Se quedaron mirándonos y dijo uno de ellos, “fin del viaje pequeños…”